Leo Saracho

En todo nuestro territorio y sobre toda en la provincia de Buenos Aires encontramos estos templos de la cultura gauchezca donde no se necesita un mástil con la bandera Argentina para darte cuenta que estas un tu país. Miles de objetos en sus viejas estanterías, una barra degastada por el codo de algunos paisanos seguramente apurando un vaso de vino carlon   y mesas con un maso de cartas acompañado de viejos porotos, esto y seguramente algún recuerdo de la época gloriosa de nuestros trenes delaten la edad de estos, para algunos, clubes sociales antes que estos existieran. En las pulperias o almacenes de ramos generales, encontrabas todo lo necesario para abastecerte y llenar las viejas alacenas del algún casco de estancia, también el lugar para recibir la correspondencia y para esos puesteros de campos que lo visitan para, entre otras cosas, enterarse de la ultimas novedades de la zona siempre acompañando la charla con la infaltable picada con embutidos caseros y regado por un vaso de

Este trago apareció en nuestro país, más precisamente en el interior de la Provincia de Buenos Aires, mientras se esperaba al tren. Generalmente estos pueblos nacieron gracias, y lo digo con tristeza, al hoy casi desaparecido tren. El pueblo nacía y en conjunto se construía la Estación, la Escuela, la Comisaría y por supuesto el Almacén de Ramos Generales, que podías comprar desde unas simple alpargatas hasta una camioneta, pasando por todos los víveres necesarios para llenar nuestras alacenas y por supuesto que había una barra y mesas. Si el tren partía a las 10 de la mañana era de total necesidad estar al menos media hora antes, pero no en el andén, en el Almacén. Esa media hora permitía ponerse al tanto de las noticias del pueblo y por supuesto para humedecer la garganta con un Ferroviario. El Ferroviario según dicen nace en Italia y llega a nuestro país de la mano de los inmigrantes de ese país. La receta original, y de esto no hay registro pero así parece, contaba con Moscato, Fer